—Te odio, Jacob Black.
—Eso es bueno. El odio es un sentimiento ardiente.
—Yo te voy a dar ardor —repuse con un hilo de voz—. Asesinato, la última pasión del crimen.
—Venga, vamos —contestó, todo jubiloso y como si estuviera a punto de ponerse a silbar de nuevo—. Ha tenido que ser mejor que besar a una piedra.
—Ni a eso se ha parecido —repuse con frialdad.
Frunció los labios.
—Eso dices tú.
—Lo que es.
Eso pareció molestarle durante unos instantes, pero enseguida se animó.
—Lo que pasa es que estás enfadada. No tengo ninguna experiencia en esta clase de cosas, pero a mí me ha parecido increíble.
—Puaj —me quejé.
—Esta noche te vas a acordar. Cuando él crea que duermes, tú vas a estar sopesando tus opciones.
—Si me acuerdo de ti esta noche, será sólo porque tenga una pesadilla.
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Lo cual dudo mucho, porque no creo que nadie tenga una pesadilla con Jacob Black
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